El proyecto After (Después) de Víctor Mora conjuga en apenas treinta obras de pequeño formato una serie de elementos que bien merece la pena sacar a la luz y reflexionar brevemente sobre ellos.
El primero tiene que ver con la dimensión comunicativa de la imagen gráfica, con esa capacidad de llegar a lo públicos mediante el poder que encierra la difusión masiva propia de la condición de reproductibilidad de la repetición en serie.
El segundo está relacionado con las posibilidades expresivas que han venido de la mano de los avances tecnológicos en el tratamiento digital de las imágenes que ha abierto un amplísimo marco bastante alejado de aquellos inicios analógicos de las primeras fotocopiadoras, por no hablar de las transferencias mecánicas o incluso manuales.
El tercero es la evolución del principio collage, inaugurado a principios del S. XX por el Cubismo y desarrollado hasta la saciedad por movimientos posteriores. Mención expresa y especial merece el fotomontaje, seguramente la deriva más literaria y espectacular en el tratamiento incipiente de la imagen fotográfica. A finales del S. XX, el paso de la yuxtaposición a la superposición de imágenes, es algo que nos vino brindado por los impresionantes avances técnicos y tecnológicos, así como por el desarrollo conceptual de esa corriente filosófica que ha terminado por extenderse por múltiples órdenes de nuestra existencia: la deconstrucción.
La idea de palimpsesto planteada por Jacques Derrida, ha encontrado fértiles y felices aplicaciones en los abonados campos de la arquitectura, de las artes visuales en general y muy especialmente en la gráfica. Víctor Mora, su trabajo, se inscribe claramente en la estela brillante que marcó esa corriente conocida con posterioridad a su misma existencia como Neográfica (las etiquetas terminan por colocarse una vez elaborado el producto). A partir de un riguroso trabajo documental en los archivos hemerográficos en busca de materia visual que registrase los magnos acontecimientos catastróficos o desastrosos, naturales o humanos, y las posteriores movilizaciones masivas de ciudadanos convocados bajo las alevosas alas de la desgracia ajena, profundamente solidarios frente a la tragedia. V. Mora va recorriendo los hilos de la historia reciente del México que amaneció conmocionado por el sismo de 1985 y que sigue todavía alterado por la reincidencia cíclica del castigo bárbaro, que no mitológico, hasta llegar a la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
A destacar la integración formal y conceptual (inseparables compañeras de viaje) de la palabra manuscrita y escrita con lápiz, ese instrumento indisociable del dibujo desde tiempos inmemoriales, cuyo rastros y huellas se pueden borrar en cualquier instante presente, con la facilidad amnésica del ser humano. Un acto casi arqueológico que rubrica estos registros visuales, un hecho que en primera instancia enfatiza determinados protagonistas de la composición y que en un segundo nivel, esta ves de lectura en su sentido literal, sirve para fijar y acotar el sentido tantas veces polisémico de la superposición atinadamente compleja de transferencias que como fantasmas evanescentes pero pesados, nos recuerdan infatigablemente que después es también pasado.
Juan Bta. Peiró
Curador
Valencia, España
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